Entre jaras y entre adelfas, en parto lento, sin pausa, en la montaña has nacido. Cantos rodados y piedras, dos sauces y un ruiseñor siempre han sido los testigos. Fuente fría y agua clara, como un arroyo escondido vas dejando sombra y plata entre pinos y entre zarzas. Y aunque ligero has crecido, buen amigo de mi infancia, es transparente tu alma. Florecillas, mariposas, libélulas y hojas verdes tus orillas engalanan. Sol y viento de montaña contigo bajan al llano, transparencias van dejando en el cristal de tu cara. Pájaros rojos, plumiverdes y amarillos se te acercan, pían, beben y se bañan. Cuán perenne es tu belleza, amor fresco de fontana; vivero de vida llevas alrededor de tus aguas. Fuentecillas a tu encuentro van saliendo… van dejando gotas frescas de ilusión en tu líquido regazo. |
Es alegre y limpia el agua cuando ríe, cuando canta, cuando brinca, cuando salta entre piedras verdiblancas. Canto feliz a este río, que al verlo, ¡cómo me encanta! No canto, me duele el río que agoniza sin llegar… a los brazos de la mar. Y aunque limpia veo el agua plena de flora y de fauna, un lamento se me escapa: ¿Qué pasó con el azul que recogiste del cielo? El azul que llega al mar es muy sucio… casi negro. ¿Dónde quedó la virtud de tu alma generosa, que te dejó el Creador en el cáliz de las rosas? Asfixiada tu belleza y tus días sentenciados, vas lentamente arrastrando el caudal de tu tristeza. El hombre tras de su ego, sacrifica tu tesoro en el altar del progreso. De luto visten tus aguas, hasta la orilla del mar. Ya es cadaver ¡pobre río! tu caudal. |
EL RÍO
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