En la mitad de tu vida, ¡mujer! un paraíso creaste, y flores de amor perenne día a día cultivaste. Hogar de cariño permanente, sombra con amor tejida, refugio de los tuyos, de tus gentes. Nuestra gloria era mirarte y nuestro cielo escucharte. El cariño y la amistad, dos virtudes que adornaban los flecos de tu carácter. Pero una tarde, el rugido de una lejana tormenta se aproximó a nuestro hogar. Los cristales, asustados, empezaron a temblar. Entre la duda y el miedo, nuestras miradas al cielo empezáronse a nublar. Nuestro miedo se hizo grande cuando ella empezó a dudar de sus cosas… de su hogar. Volando llegó el Alzheimer y a traición se nos colaba. Y en la mente de mamá lentamente se posaba. Cuando el mal clavó sus garras, cada día más feroz el mal se nos presentaba. La tragedia del Alzheimer superó nuestro dolor, y a la cumbre de la pena cruelmente nos llevó |
Con el colmo del cariño que en nuestras almas dejó, conseguimos recorrer el camino de la cruz, camino que ella trazó. Al luchar contra el dolor, no hay antídoto mejor que llevar siempre consigo el colmo de aquel amor. El recuerdo de la tarde en que la fiera rugió, a fuego se nos marcó. Aprendimos a llorar, y el dolor nos enseñó cuánto valen unas lágrimas cuando brotan del amor. Su amargura limpia el alma y da vida al corazón. AL ALZHEIMER declaramos nuestra guerra. Amigos voluntarios de Valencia, AVAMA nos anima y nos orienta. Nuestro ideal y objetivo: Prolongar, mejorando nuestras vidas, retrasando el declive cognitivo. AVAMA nos enseña los caminos. EPÍLOGO: Todo el amor y la pena que contiene este poema en dos versos se condensa: ¡Qué pena! Ella ya no nos conoce; pero nosotros la conocemos a ella. |
EL ALZHEIMER
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