Donde el torrente descansa
cuando baja desbocado
por una angosta garganta.
Donde llega extenuado
tras una heroica batalla.
Donde duermen sus orillas
tranquilas y sosegadas.
Donde las cañas y juncos
vigilan sus aguas claras,
allí la cita del sol
con la niña enamorada.
Mientras el sol sube lento,
arrogante y silencioso
por los claros de las ramas,
ella se lava y se peina
frente al espejo del agua,
marcado con hojas verdes
con fondo de nubes blancas.
Manojo de margaritas,
pétalos blancos de gracia
en sus manos delicadas.
Rayos de luz parpadean
sobre su pecho y su cara;
y un lunar en cada beso
va dejándole en el alma.
Hasta el agua baja un sauce
para ver de cerca el cielo.
No puede mirar arriba
y se agacha cuanto puede
para verlo en el espejo.
Paraíso de paz y armonía
en hermandad reunidos:
álamos, sauces y juncos;
una niña, el sol y el cielo.
Pájaros y libélulas
cruzan rayando el espejo.
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(Julio de 2012)
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